Una pasión cofrade

“Una madre no se cansa de esperar”: Así se vive la Semana Santa la Cofradía de La Soledad

Pequeña en número, pero inmensa en devoción

La Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de Alcázar de San Juan es una hermandad relativamente pequeña, pero que se siente como una gran familia, unida en torno a la figura de la Virgen María. Así nos lo transmite Jaime Estecha, miembro de su junta directiva, en este hermoso texto que nos comparte.

Ella —la Soledad— es quien congrega a sus hermanos durante todo el año, especialmente en la Cuaresma y en los días que preceden a sus cultos y su salida procesional. Con una espiritualidad sencilla pero profunda, sus cultos consisten en el rezo del rosario ante la imagen, el triduo y la celebración de la Eucaristía. En esta cofradía del silencio se tiene muy presente que María, con su amor inmenso, nos conduce siempre hacia su Hijo.

Aunque la nómina de hermanos no sea extensa, el número de fieles y devotos que sienten un amor profundo por esta advocación de la Soledad es muy amplio. Ese cariño se hace palpable, y se transforma en gesto y emoción cada Viernes de Dolores, cuando la Virgen baja de su altar, y uno a uno, los devotos pasan ante ella, besan su mano y la miran a los ojos. «Una madre —como dice la canción— no se cansa de esperar». Así es la Soledad: silenciosa, paciente y eterna.

Tras los cultos, los jóvenes de la hermandad se organizan para montar el paso de palio que cierra la noche del Viernes Santo en Alcázar. Se limpian con esmero los varales, ánforas, candelería… mientras las Damas de la Soledad visten a la Virgen con todo el cariño y respeto que merece. Es una labor compartida que transmite valores y compromiso entre generaciones.

Y llega el gran día: el Viernes Santo. Para esta cofradía, el año se mide de Viernes en Viernes Santo. Es el momento de sacar a la Soledad a las calles. La procesión se convierte en un acto íntimo y sobrecogedor, marcado por el paso silencioso de las mantillas, vestidas de riguroso luto. El sonido de los tacones sobre el pavimento se convierte en redoble de tambor. Todo queda en silencio, solo interrumpido por el grito del alma: la saeta que cruza el aire, el canto de dolor y fe que Alcázar ofrece a su Virgen.

Gracias a Jaime Estecha por acercarnos esta profunda y sentida visión de cómo se vive la Semana Santa en la Cofradía de la Soledad.

Autor: Jaime Estecha